Nota
11
ALCANCES
y LÍMITES del TRABAJO
El
empleo que antes uno buscaba, aprendía un oficio o se ofrecía para
hacer algo, desde que demagogos y candidatos
lo prometieron por miles, lo exigen hoy cortando calles como si algo
que pende de factores como alguna necesidad con demanda, capitales y
previsibilidad,
fuera soplar y hacer botellas, ¡y
con miles de exigencias antes aun del esfuerzo!, ahuyentando a los
contados capaces de ofrecer tra
bajo económicamente válido, que las becas o esas changas cubren
sólo la comida del día, ¡al insoportable costo de empantanar el
país!
Una
tarea, empleo, artesanía, cultivo, cátedra o rédito le sobra para
lo esencial al común, a su familia y hasta guardar un resto ¡pero
sólo si se permite alguna de las mil imposiciones consumistas de un
mercado ávido de insaciables!
Se
salva un tal Messi por su magia para driblar defensas y anotar
tantos, y el cirujano que cobra 50.000 euros el baypass
a algún pudiente; no así el común impedido de revaluar lo suyo,
mercancía, servicio o cosecha para darse los mil gustos y excesos.
En tal caso dejaría de ser accesible al resto, que velozmente lo
imitaría, ¡con lo que su ingreso volvería a alcanzar para lo
elemental! Teoría tan categórica como desafiada por un consumismo
que se derrumba minado por la profusión de oferentes que disputan un
cardumen más escaso, con más antojos y menos dinero, lo que redundó
en una solapada o salvaje disputa de similares profesiones y métiers,
en una suerte de “guerra entre los primos”, con derivaciones
desastrosas para las economías de las naciones que intentan reanimar
“boca a boca” una ocupación que se esfuma sin reparar en un
intruso orbital: el troyano “robot” ¡que la devora impiadoso!
No
“cierra” que el tío que revista en una oficina con aire a 24º
teléfono, café, música, el mundo en la web
y moviendo archivos “produzca” lo bastante para vivienda,
medicina, seguridad y vicios, se vista de sobra, y de nada se prive
en la mesa, y mucho de micro ondas o delivery,
adecue su casa con electricidad y/o gas, mantenga un auto o dos, y en
los “findes” haga mini turismo adonde sea, vaya al fútbol o al
cine, cene afue
ra o salga de shopping
o a un picnic sin perderse conciertos, festivales, discos o teatros
caros y siempre llenos, más la compulsión compradora de toda
familia, desde aba
lorios a los tatuajes nunca suficientes, la nada barata escuela de
los niños con sus extorsivos caprichos y una o dos veces al año una
o dos semanitas de vacaciones “para descansar de tamaña fatiga”,
llevar a los nenes a Disney, ¡imperdible para su formación con
miras al mundo real!, y por fin, con 65 años pasar a vivir del
retiro, ¡para el que también aportó de su tan “sacrificado”
aunque rendidora labor!
El
«Cada uno debería producir al menos lo que consume», fue. La
máquina, la tecnología y la ciencia multiplican las ofertas
atractivas y demandantes, con una presión consumista ciega a la
psiquis del poco “mutable”, a sus biológicos límites ¡y más
aún a ese minutero impiadoso negado a las bilocaciones! Algo
imposible
sin conocer los factores que lo posibilitan, ¡pero no ilimitado!
Empezó
el molino que in
situ
confiscó la potencia del viento o del agua, y con poleas y
engranajes llevó la fuerza a tornos y amoladoras para con ellas
crear motores a vapor, eléctricos o a explosión, y así multiplicar
los brazos y sumar bienestar, al poner a nuestro alcance mil
“imperdibles”, sin ni preguntáramos cómo ni saciarnos, pues
ignoramos o no vemos a la máquina o al robot que los hacen veloces y
cuasi perfectos y las 24 horas, masificándolos y abaratándolos ¡a
la par que cesantean a muchos miles con igual e insensible eficacia!
Más
que el Vellocino de Oro, un nuevo Mundo Feliz con todo al alcance y
todo a presión y por mil medios, sean deportes, shows,
prácticas, turismo, lugares o artes, bienes suntuosos y aun
repetidos desde los de consumo a vicios como el alcohol o las no tan
saludables gaseosas, que sordas pugnan por imponerse a sus rivales
para un insaciable que lo pretende todo al margen de su “aporte”,
y sin resuello ni para tanto que se le ofrece sin costos ni esfuerzo.
Miles
podrían vivir del “descarte” de los mercados y de la gente
pudiente o no, y acceder al show
y al “pan y circo” por aparatos de TV y radios desechados en buen
estado por millones que penan por lo último y sin conciencia de que
por esa “jauja” consumista, ¡él vive todo el día jadeando
atrás la zanahoria!
Los
indemnizados por la automatización salieron en estampida a ponerse
un negocio, comprar un taxi, idear dudosos servicios entre miles más
rebuscados para vender o sacarle algo a alguien, otros a imitar
marcas de renombre hasta confundirlas para un mercado saturado, y
minado por una “competencia” que en aumento sólo le brinda un
alivio diario, ¡y no siempre tan seguro!
El
caso es que aun los crash
de tanto emprendimiento fallido, escalda a unos y a otros les da un
respiro, trabajo, venta de materiales y suministros que aun mal
gastados brindan un alivio tan efímero que suma presión al volcán
cuyos tremores sordos y aún aislados no capta el saciado, voraz y
daltónico cobayo, preso de un show
de infinito espectro, potenciado a nivel global por una harta
dirigencia negada a aflojar algo ante la brutal esfumación de
empleos y oficios redituables, por los avances de la tecnología, la
ciencia, la ambición y hasta la compulsión evolutiva del humano, ya
lanzado a robotizarlo todo y lo insólito, confiando en la supuesta
ilimitada prodigalidad de ese consumismo capaz de sustentar a todos,
ya generen servicios, ya productos, ¡y más todavía, a sus ya por
mucho insuficientes e insolventes clientes!
Pese
a la inconciliable ecuación el pagado de suficiente se arroja a la
piscina de la gran vida, y nuestros electos con parecidas luces e
igual o más voracidad se la dan a costa del erario disipando en
lujos o en hotelería para jeques, y nos empeñan más allá del no
retorno y sin antes haber previsto el más imperioso “colchón”
dado que el “robot” hace estragos y acelera enfilando al iceberg.
Sus efectos podrán ser inevitables, pero con astucia, salvo que
aprendan a pensar, no sería difícil hacer que jueguen a nuestro
favor. Ver El Robot, Nota
6.
Ningún
rústico granjero hornearía pan con la semilla para el trigo, pero
el infatuado moderno
se habituó a vivir cómodo, satisfecho y de viejas bonanzas y más a
sacar de la despensa que a poner, como si su acopio fuera
espontáneo, u otro deber del gobierno o de la Providencia, pero
ajeno a su incumbencia y tan irresponsable como los que deberían
educarlo al respecto, ¡y más efectivo dar el ejemplo! Mal que hace
años debimos haber abortado, pues eran ominosos ya los factores que
nos llevaron a morder el polvo, pudiendo haber salvado a los
500000 muchachos que ni trabajan ni estudian y que al ser mayoría en
esa franja, debido al permisivismo potencian ese delito cruento y
mimetizado con el urbano hacinado, que se cobra miles de vidas y
destruye de paso el tan escaso como escamoteado avance hacia un mayor
y mejor repartido bienestar.
.-o0o-.
En
línea con el blog www.granelector.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario