Nota
22
CULPAS
SIN DISCULPAS
Pese
al recelo a juzgar el pasado al socaire de los actuales adelantos,
valores, luces y contextos, los revisionistas de todo y desde siempre
destacan sus peores aristas, sin mirar atenuantes ni circunstancias,
y con tal saña que hasta un intento de disculpa les vendría de
perillas para justificar actuales fechorías; no
obstante sería un despropósito ignorar la codicia y el desprecio a
lo correcto de aquellos que egoístas y creídos “herederos de la
Corona”, ¡y más cuando muchos de los males actuales devienen de
aquel abuso. Por
fortuna, políticas y sucesos coetáneos a aquéllos, nos ayudan a
driblar la prudencia inmerecida por los perjuros que la ignoran
cuando sin empacho condenan a próceres como Roca o Colón y desde un
falaz atril moralista.
Para
vislumbrar el origen de nuestros males bastaría reconocer que la
cruenta lucha por la independencia y en el epicentro del virreinato,
empalidecía frente a las fieras matanzas entre hermanos, que en su
dilatada disputa por la heredada Corona no se privaban de tropelías
ni herejías contra el respeto al humano ente y contra las leyes
naturales, que no pueden ignorarse, cuando se degollaba a todos los
vencidos y hasta solían atar al convicto a la boca del cañón,
prender su mecha y gozar viendo volar sus tripas, además de llegar a
restarles tropas a nuestras armas ante los realistas y sembrando una
confusión de valores y prioridades, que como la dura maleza
sobrevive hasta nuestros días, y hasta más enraizada.
Contra
tan increíble e injustificable
barbarie acude en nuestro auxilio lo ocurrido en Uruguay en
circunstancias y con propósitos similares y en poca diferencia
de tiempo con respecto a las nuestras, pero de muy distinto
desarrollo y conclusión, al punto de que todavía nos diferencian,
¡y que hasta llegaron a distanciarnos!
Los
chilenos por su parte combatieron a los realistas y a los levantiscos
Araucanos, mientras que sus prohombres sólo competían en hacer lo
mejor por su país y no para subyugar en su provecho de Santiago,
desde Arica hasta Punta Arena, a lo que sin dudas debió contribuir
definitivamente su nada regalada geografía, sin que ello los
desmerezca.
De
no bastar el contraste con los trasandinos, más contundente por
nuestra común raigambre, las confirma nuestro oriental José
Artigas, que batalló contra hispanos, porteños, y hasta los
lusitanos que invadieron la Banda Oriental con la anuencia de Alvear
y de los Directores, y luego de rechazar el intento de secesión que
le ofrecían desde Buenos Aires, y con el agregado de nombrarlo Rey
de la Banda Oriental, algo que no pudo sino indignar a tan íntegro
patriota, y que lo llevó a aglutinar a varias provincias bajo la
bandera confederada, imperdonable osadía para los “dueños” de
la Aduana, que con tropas legales como esbirros aso
laron Santa Fe varias veces, la última por Álvarez Thomas para
rematar las trapa
cerías de Eustoquio Díaz Vélez, mientras que la expedición
¨punitoria” de Pérez Planes e Hilarión de la Quintana antes de
asolar a Yapeyú, fusilaron a algunos ca
bildantes y a otros que no aceptaban a Buenos Aires “como única
cabeza en un cuerpo sano”, hasta que una nueva orden de asesinar al
federalista “Protector de los Pueblos Libres”, lo empujó al
exilio, real crimen que con la ablación de la Banda Oriental, nos
privó además de su señero legado, que en Uruguay fructificó, y
que tanto nos diferencia, al punto de llegar a ser conocida como “La
Suiza de América”, e inmune a nuestros vicios y decadencia.
Por
si tan opuestas realidades no bastara, el preclaro Juan Bautista
Alberdi resca
tó aquella casi increíble diferencia en la pletórica y casi
novelesca biografía de William Wheelwright, otro de la galería de
ilustres ignorados por el común, como él y hasta sus Bases, por el
tan horrible vicio de perseguir la “excelencia”.
Polifacético
bostoniano, “naufragado” en 1823 frente a Quilmes, no halló
“clima” en nuestra convulsionada Argentina, para beneplácito de
los países del Pacífico que lo acogieron entusiastas, igual que a
su proyecto de “sembrar” la costa del Pacífico con puertos,
boyas y pontones, depósitos ¡e instalaciones de agua corriente y
gas!, y vías de acceso al carbón de leña de Amazonia, producción
que alentó en persona para no depender del high
grade
gales, caro y de aleatoria provisión, y al fin, a tiempo y con
suceso similar al del primer alunizaje, en 1840, en el puerto de
Valparaíso y con bandas militares, autoridades, fuerzas vivas y
cronistas de El Mercurio, asistir al arribo triunfal de su primer
barco a vapor, gemelo del Lima, encargados en Glasgow por él, para
luego desplazarse a El Callao a esperarlo en su puerto y con sus
obras, como haría en Guayaquil y en otros de la línea para agilizar
los viajes y abaratar el trasporte de mercancías, y del vital correo
con Europa, vía istmo de Panamá.
En
tales sucesos es notoria la falta de egoísmo en pro del interés
común, grandeza cuya ausencia en nosotros impidió llevar el
incómodo y poco apto puerto de Buenos Aires, a Ensenada, con
situación y calado superiores, y también haber prolongado el Gran
Central hasta el puerto de La Calera, Chile, y por el collado de San
Francisco, a 4726 mts, y cuyo estudio de factibilidad ya había hecho
practicar. Primacías del ego, sobre la grandeza de lo ideal, tan
habituales ya, para de seguro inspirar a Alberdi, que con su visión
sin par señaló que acabar una obra es más que anunciarla, ¡y nos
advirtió contra los empréstitos y las obras meramente
“electorales”!
Por
fortuna para América no se perdieron su genio ni su pasión creativa
hasta para dotar de lumbre a gas y agua “por caños de fierro”, a
Valparaíso, el Callao, Copiapó y otros puertos, además del
inconmensurable comunicarlos.
Simultáneamente,
con aquel inicial y tan venturoso “génesis”, nosotros seguíamos
degollándonos, “en nombre de la organización nacional”, fachada
para justificar la real intención de someter a las provincias a la
“Corona” porteña, atrapada al vuelo por su privilegiada
posición, luego de la caída de Fernando VII.
.-o0o
Julio
21, 2017 11:50 1035
En
línea con el blog www.granelector.blogspot.com/
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