GRAN ELECTOR

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tratamos del contrasentido de padecer los mil males del populismo, ¡y aceptar un Sistema Electoral, casi forzado a encumbrar solamente a esa desgracia para nuestra vapuleada América Latina...

domingo, 2 de abril de 2017

Nota 14
DE GREMIOS, HUELGAS Y EXTORSIONES
En el país del absurdo se lleva las palmas la actual “lucha” gremial, ni la sombra de la de antaño, cuando al fin de la jornada iban a una sede modesta y costeada con chirolas a voluntad, a poner el hombro, a pintar, o a reprender tanto a la patronal como al mal compañero, y que al margen de sus ideas nada descolgado pedían, ni más pago que el merecido, ¡y exponiéndose a algún chichón o noche de calabozo!
Sin dejar la campera éstos se “hicieron” de campos y studs y hasta empresarios que viven en mansiones bunker con escolta, altas gamas blindados y otros lujos, pero sin los apuros para pagar la nómina de los genuinos patrones a los que llaman “negreros”, ¡cuando poco de eso podrían justificarlo en una seria investigación de sus bienes!
El aggiornamento socio cultural, los derechos más que afianzados extrapolados, y el salto brutal de la tecnología tornan extorsivo que para dirimir diferencias o peticionar usen prácticas de inicios del siglo XIX, quema de cubiertas y cortes viales con heridos entre sus elementos de choque y los uniformados, ¡todo contra el crecer esencial y el bienestar tan reclamado como saboteado por sus violentos y los trostkistas que con esa corrupción que se ríe de las ideologías, conforman las dos plagas de las que los propios gremios deberían expurgarse, igual que de cualquier militancia política, ¡”negocio” que una ley específica debería impedir en nombre de la democracia y de sus afiliados!
Aprietes sindicales tolerados por populistas, legales y aun de facto, lábiles por igual al chantaje de los capangas prestos al toma y daca de discutibles conquistas, hoteles, más delegados u obras sociales ¡y “mojando” de todo! “Extras” que el Estado nos carga a los impuestos y culpando al campo, al patrón o al súper, que también sufren sus aumentos como el común, con lo que ellos y sus turbias estructuras tornan impagable la defensa que el obrero haría per se y sin apelar a la daga de doble filo de la huelga, intemperante rémora para el país, ¡cuando no precisaría que nadie salvo la Ley medie entre él y su patrón! Anti capitalistas necios, no admiten que ambos se precisan ¡y se perfeccionan!
Mero estilete de los vividores, la huelga se usa por duelo o festejo, para derogar o exigir una ley, para liberar a un agitador o repudiar a un ministro, para zanjar su interna o excarcelar al que bebido causó el desastre, las de ómnibus, vuelos y trenes paralizan al mundo ajenos a los miles varados con críos y bártulos en andenes gélidos o extorsivas terminales, ¡con las partes dejando pasar tozudas semanas y hasta meses con pérdidas grotescas contra lo discutido como la tan dañina de los aceiteros, además agravada por la tozudez resentida de los Kirchner.
Otro dislate son las ladinas por sector de controladores aéreos o valijeros que aun solas son crótalos con poder paralizante, cuya proliferación, como la de los partidos, se debe a la ambición, al sálvese quien pueda, ¡y a pretender demás por lo aportado! De ahí los varios gremios de la educación por caso ¡y hasta por especialidad! Un aquelarre a derogar, para luego regular las atribuciones y los deberes y límites de los sindicatos.
La conflictividad se minimizaría librando al trabajo de tantos que maman de su “ubre”, desde las cargas al patrón y al asalariado, los gremios que pagan las campañas de sus eternos dirigentes, de las mafias que agravan los accidentes laborales, ¡o los fraguan!, y los excesos impunes de la hipertrofiada burocracia estatal, bolsa de empleo a piaccere para ñoquis, nepotes y los mimados por el progresismo clientelar, y por fin el cáncer del delito, ¡cuyos efectos y daños encarecen los seguros, la seguridad y los precios!
El trostko-facilismo que cultivan los gremios de la enseñanza, supeditó la calidad a su ideología obcecada con la revolución, trabando, fomentando la indisciplina y diluyendo el saber esencial e inculcando su resentimiento levantisco a esos jóvenes crédulos, todo contra lo esperado por el Estado y sus padres los reales patrones de sus afiliados que ni pueden enseñar cualquier cosa ni esquivar o tergiversar sus obligaciones.
Sólo debería apelarse a la protesta, como a la huelga, “in extremis”. Pisotear algo ajeno como el espacio público, destruir, quemar o sabotear son blasfemias a la niñez, al desvalido y a la creación. La protesta refleja una inequidad. De uno, de ambos, y más de lo creíble, ¡de un tercero que en las sombras se relame!
Parar porque el patrón paga poco o porque el obrero se sobre valúa no cabría de haber un arbitraje televisado, que expondría lo justo o inviable de las demandas de las partes y develaría intereses espurios, ¡para su implacable pantalla muy difíciles de ocultar! Ningún patrón se alegra si pierde al obrero dedicado, y hoy ya escasos. Por mil causas una empresa puede no rendir lo suficiente, no hay conchabo sin precios, ¡y menos todavía sin ventas! Lo entiende el orbe, no nuestros gremios adictos a parar por lo ínfimo o por tirria al capital productivo, ¡y nunca al que explota el multimillonario jolgorio!
Las sindicales malversan su esencia al ocupar empresas, cortar calles y accesos o al usar esa violencia que condenan cuando son reprimidos, o al rechazar la conciliación obligada, vicios que un tribunal televisado anularía, al oírlos e imponer un lap so para enfriar los enconos, rever planteos, demandas o exigencias, y sin dejar de reclamarles laborar a conciencia a unos, y a la patronal a no ser mezquina ni codiciosa. Les costaría mucho si se opusieran a ser oídos, y en todo caso mostrarían su tenebroso fondo.
Arbitrio forzado para la educación, los transportes, las comunicaciones y los esenciales e impedidos de parar sin haber expuesto sus demandas o sus descargos con un cuarto intermedio para razonar con calma y auscultar las redes sociales que pue den ser un valioso auxiliar previo a la segunda vista para variar o no sus posturas, y luego sí oír un dictamen apelable una única vez hasta el fallo concluyente y obligatorio. De no cumplir la patronal podría tener que pagar los daños a la gente o al país, y validaría el paro, con preaviso siempre, para evitar esos paros según con qué humor amanezcan, por caso los “metro-delegados” para validar su tan costoso “curro” al país y no sólo por sus sueldos, o a las necesidades del trostko que disputa la conducción de uno de los tantos gremios de la docencias. Si la patronal cumple el fallo, parar sería ilegal, perderían los salarios no laborados y hasta se expondrían a despidos o a quedarse sin personería jurídica.
Hoy vulneran la Ley al ocupar empresas, cortar calles y accesos, reclamar con violencia y no acatar la conciliación obligada, vicios que un tribunal especial y por TV expondría y aun dejarían de tener cabida como sus falacias o monólogos que sólo enredan en las tenidas privadas, pero que los incinerarían ante la audiencia que pa ga impuestos, y que les pediría a unos trabajar a conciencia, y a los otros ser justos y hasta generosos.
Las cámaras escracharían a los “combativos” que deberían comandar batallones contra los ISIS; los gremios precisan negociadores sabios, ¡no enriquecidos pactando con Dios y con el Diablo! Igual a la patronal miserable, ¡y al Estado cuando oficia como tal!, y el que está al mando, antepone su imagen a las pérdidas que indefectible nos endosa, y al desastre para el país y al pueblo, ¡inverosímil, doloroso y para peor paralizante!
Como tal garantía de pulcritud y equidad no les sirve a los del “cuanto peor mejor”, la Ley podría prenderlos por sabotear la Seguridad del Estado. Los abalaría el mismísimo Juan D. Perón, ¡que con ella en 1951 encarceló a huelguistas ferroviarios nueve meses!
.-o0o-.
Julio 20, 2017 11:17 P-1326

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