Nota
14
DE
GREMIOS, HUELGAS Y EXTORSIONES
En
el país del absurdo se lleva las palmas la actual “lucha”
gremial, ni la sombra de la de antaño, cuando al fin de la jornada
iban a una sede modesta y costeada con chirolas a voluntad, a poner
el hombro, a pintar, o a reprender tanto a la patronal como al mal
compañero, y que al margen de sus ideas nada descolgado pedían, ni
más pago que el merecido, ¡y exponiéndose a algún chichón o
noche de calabozo!
Sin
dejar la campera éstos se “hicieron” de campos y studs
y hasta empresarios que viven en mansiones bunker
con escolta, altas gamas blindados y otros lujos, pero sin los apuros
para pagar la nómina de los genuinos patrones a los que llaman
“negreros”, ¡cuando poco de eso podrían justificarlo en una
seria investigación de sus bienes!
El
aggiornamento
socio cultural, los derechos más que afianzados extrapolados, y el
salto brutal de la tecnología tornan extorsivo que para dirimir
diferencias o peticionar usen prácticas de inicios del siglo XIX,
quema de cubiertas y cortes viales con heridos entre sus elementos de
choque y los uniformados, ¡todo contra el crecer esencial y el
bienestar tan reclamado como saboteado por sus violentos y los
trostkistas
que con esa corrupción que se ríe de las ideologías, conforman las
dos plagas de las que los propios gremios deberían expurgarse, igual
que de cualquier militancia política, ¡”negocio” que una ley
específica debería impedir en nombre de la democracia y de sus
afiliados!
Aprietes
sindicales tolerados por populistas, legales y aun de facto, lábiles
por igual al chantaje de los capangas prestos al toma y daca de
discutibles conquistas, hoteles, más delegados u obras sociales ¡y
“mojando” de todo! “Extras” que el Estado nos carga a los
impuestos y culpando al campo, al patrón o al súper, que también
sufren sus aumentos como el común, con lo que ellos y sus turbias
estructuras tornan impagable la defensa que el obrero haría per
se
y sin apelar a la daga de doble filo de la huelga, intemperante
rémora para el país, ¡cuando no precisaría que nadie salvo la Ley
medie entre él y su patrón! Anti capitalistas necios, no admiten
que ambos se precisan ¡y se perfeccionan!
Mero
estilete de los vividores, la huelga se usa por duelo o festejo, para
derogar o exigir una ley, para liberar a un agitador o repudiar a un
ministro, para zanjar su interna o excarcelar al que bebido causó el
desastre, las de ómnibus, vuelos y trenes paralizan al mundo ajenos
a los miles varados con críos y bártulos en andenes gélidos o
extorsivas terminales, ¡con las partes dejando pasar tozudas semanas
y hasta meses con pérdidas grotescas contra lo discutido como la tan
dañina de los aceiteros, además agravada por la tozudez resentida
de los Kirchner.
Otro
dislate son las ladinas por sector de controladores aéreos o
valijeros que aun solas son crótalos con poder paralizante, cuya
proliferación, como la de los partidos, se debe a la ambición, al
sálvese quien pueda, ¡y a pretender demás por lo aportado! De ahí
los varios gremios de la educación por caso ¡y hasta por
especialidad! Un aquelarre a derogar, para luego regular las
atribuciones y los deberes y límites de los sindicatos.
La
conflictividad se minimizaría librando al trabajo de tantos que
maman de su “ubre”, desde las cargas al patrón y al asalariado,
los gremios que pagan las campañas de sus eternos dirigentes, de las
mafias que agravan los accidentes laborales, ¡o los fraguan!, y los
excesos impunes de la hipertrofiada burocracia estatal, bolsa de
empleo a piaccere
para ñoquis, nepotes y los mimados por el progresismo clientelar, y
por fin el cáncer del delito, ¡cuyos efectos y daños encarecen los
seguros, la seguridad y los precios!
El
trostko-facilismo
que cultivan los gremios de la enseñanza, supeditó la calidad a su
ideología obcecada con la revolución, trabando, fomentando la
indisciplina y diluyendo el saber esencial e inculcando su
resentimiento levantisco a esos jóvenes crédulos, todo contra lo
esperado por el Estado y sus padres los reales patrones de sus
afiliados que ni pueden enseñar cualquier cosa ni esquivar o
tergiversar sus obligaciones.
Sólo
debería apelarse a la protesta, como a la huelga, “in
extremis”.
Pisotear algo ajeno como el espacio público, destruir, quemar o
sabotear son blasfemias a la niñez, al desvalido y a la creación.
La protesta refleja una inequidad. De uno, de ambos, y más de lo
creíble, ¡de un tercero que en las sombras se relame!
Parar
porque el patrón paga poco o porque el obrero se sobre valúa no
cabría de haber un arbitraje televisado, que expondría lo justo o
inviable de las demandas de las partes y develaría intereses
espurios, ¡para su implacable pantalla muy difíciles de ocultar!
Ningún patrón se alegra si pierde al obrero dedicado, y hoy ya
escasos. Por mil causas una empresa puede no rendir lo suficiente, no
hay conchabo sin precios, ¡y menos todavía sin ventas! Lo entiende
el orbe, no nuestros gremios adictos a parar por lo ínfimo o por
tirria al capital productivo, ¡y nunca al que explota el
multimillonario jolgorio!
Las
sindicales
malversan
su esencia al ocupar empresas, cortar calles y accesos o al usar esa
violencia que condenan cuando son reprimidos, o al rechazar la
conciliación obligada, vicios que un tribunal televisado anularía,
al oírlos e imponer un lap
so para enfriar los enconos, rever planteos, demandas o exigencias, y
sin dejar de reclamarles laborar a conciencia a unos, y a la patronal
a no ser mezquina ni codiciosa. Les costaría mucho si se opusieran a
ser oídos, y en todo caso mostrarían su tenebroso fondo.
Arbitrio
forzado para la educación, los transportes, las comunicaciones y los
esenciales e impedidos de parar sin haber expuesto sus demandas o sus
descargos con un cuarto intermedio para razonar con calma y auscultar
las redes sociales que pue
den ser un valioso auxiliar previo a la segunda vista para variar o
no sus posturas, y luego sí oír un dictamen apelable una única vez
hasta el fallo concluyente y obligatorio. De no cumplir la patronal
podría tener que pagar los daños a la gente o al país, y validaría
el paro, con preaviso siempre, para evitar esos paros según con qué
humor amanezcan, por caso los “metro-delegados” para validar su
tan costoso “curro” al país y no sólo por sus sueldos, o a las
necesidades del trostko
que disputa la conducción de uno de los tantos gremios de la
docencias. Si la patronal cumple el fallo, parar sería ilegal,
perderían los salarios no laborados y hasta se expondrían a
despidos o a quedarse sin personería jurídica.
Hoy
vulneran la Ley al ocupar
empresas, cortar calles y accesos, reclamar con violencia y no acatar
la conciliación obligada, vicios que un tribunal especial y por TV
expondría y aun dejarían de tener cabida como sus falacias o
monólogos que sólo enredan en las tenidas privadas, pero que los
incinerarían ante la audiencia que pa
ga impuestos, y que les pediría a unos trabajar a conciencia, y a
los otros ser justos y hasta generosos.
Las
cámaras escracharían a los “combativos” que deberían comandar
batallones contra los ISIS; los gremios precisan negociadores sabios,
¡no enriquecidos pactando con Dios y con el Diablo! Igual a la
patronal miserable, ¡y al Estado cuando oficia como tal!, y el que
está al mando, antepone su imagen a las pérdidas que indefectible
nos endosa, y al desastre para el país y al pueblo, ¡inverosímil,
doloroso y para peor paralizante!
Como
tal garantía de pulcritud y equidad no les sirve a los del “cuanto
peor mejor”, la Ley podría prenderlos por sabotear la Seguridad
del Estado. Los abalaría el mismísimo Juan D. Perón, ¡que con
ella en 1951 encarceló a huelguistas ferroviarios nueve meses!
.-o0o-.
Julio
20, 2017 11:17 P-1326
En
línea con el blog www.granelector.blogspot.com/
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