Nota
03
MUDAR
LA CAPITAL
Propio
del poco sentido común y la mira baja, algo tan virtuoso como mudar
la Capital causa más escepticismo que interés (o curiosidad al
menos) pese a ser esencial a la convivencia y de casi mágicos
efectos, desde haber esperado hasta la actual esfumación de empleos
validados por algún rédito, ¡y cuando el Estado fallido por
oficiar de Papá Noel ya no puede absorber un pedigüeño más!
Para
evitar avivadas de meros informados, declarar expropiables, y al
valor de ese momento todo predio en un radio de 20 kms, en torno al
kilómetro Cero de la nueva capital, nomás decidirlo y antes de
conocerse su real ubicación. Eso y el tan rehuido plan Laura, serían
los pilares del big
bang
de progreso y fatiga, ¡al punto que deberían ser instituidos Meta y
Causa nacional, y con un almanaque en el obelisco, con los días que
nos falten para lograr el objetivo!
Parte
del reparo se debe a que millones, sin haber leído a Alberdi ni sus
Bases, se escaldaron cuando Alfonsín se subió a un tren inaugural
hacia una lejana a la ideal ubicación, ¡nunca costera!, y menos en
una geografía dilatada y con escaso litoral propicio, y agravado por
seudo estadistas, que todo lo catalogan por sus efectos
electoralistas para seguir al mando.
Tantas
son las virtudes de esa empresa que cuesta quedarse con una y cuando
la primera es mejorar la baja densidad poblacional de la Argentina,
agravada por su concentración enfermiza e improductiva, propia de
nuestra preferencia por el jolgorio de la City cabaret, cual otro
majestuoso y gigante Las Vegas con su flujo de dólares de diversos
affaires
y la estela infinita de ludópatas que aportan su diezmo al altar de
los vicios y la disipación.
Aceptar
que Buenos Aires se tornó inviable, y que agregar 22.000 camaritas a
las actuales para esclarecer el delito sin evitarlo, y gastando una
fortuna, con las de emplastos como erradicar a los “trapitos”,
ineficaces todos, conforman un derroche que sólo engorda el caldo
propicio al latrocinio, pudiendo haber sido mucho más efectivas de
haberlas aplicado al contra éxodo imperioso, y contra el proliferar
mafioso que tornó la City un campo minado, con la gente entre rejas
y los sátrapas mejor y más pertrechados que la Policía, asaltando
y matando porque sí, en salideras de bancos, entraderas o en el
diario ir y venir por los motochorros, la neo “industria” del
crimen que estraga a jóvenes, a los policías y una Justicia
corroída por el suculento botín de la droga y el hampa.
Para
peor, con inconsciencia suicida Buenos Aires se tornó el gran y
exclusivo Tabarís de la Argentina, un lujo descomedido, inclusive
para un país con tanta y tan feraz geografía, pero infra poblado,
desaprovechado y mal conducido.
Ya
en 1869, el cordobés Martín Piñero no veía Gran Urbe, cuyo
gobierno no se debiera a ella, y Carlos Tejedor prefería un páramo
¡cuando no había piquetes ni cortes, fútbol ni show
o circo diluyentes! Sólo iniciar la mudanza perderían clientela los
que azuzan a exigir casas o chapas y sumarse al caos de la CABA, que
debería ayudar a los que deseen “internarse” en el suelo patrio,
y no a los que protestan y reclaman, pero sin dejar la villa ni sus
curros poco sanctos.
Aglomerarse abarata; la demasía enreda y encarece con mermas,
muertes y angustia, modos de vida abrasivos, insalubres ¡y obligados
sólo por la molicie!
El
longevo y eficaz “circo y limosna” contra los que con esfuerzo
sostienen a su familia y a su cuota de parásitos en atestadas, pero
mullidas urbes, a fuerza de trabajo, planes y subsidios que deberían
ser exclusivos para el interior. Pese a descaso la ciudad financia
acomodados préstamos para la vivienda, agravando la hipertrofia y
potenciando el delito a costa de prevenirlo, de educar, de sanar y de
otros posibles en una más sana demografía. La ciudad, tiene el
derecho a usar su privilegiado presupuesto en arreglar plazas, tornar
peatonales y en el metrobús, todos maravillosos hasta con ahorros de
tiempo y combustibles que no tienen precio, pero al alto y terrible
costo de miles de vidas y la sangría que el delito, la droga y la
nocturnidad hacen de nuestra camada más joven. ¡Algo similar a
pintar una casa con sus cimientos carcomidos por el salitre!
Cierto
es que el interior actual carece del aliciente de disponer de
suficientes empleos, mucho debido a su limitada población, que
inviabiliza inversiones y proyectos, algo que la nueva Capital
revertiría ¡y con creces!
Sería
la mecha para repoblar un vasto interior que apenas supera a la
Capital y su conurbano, al que debería sextuplicar para dejar de
pender de sus tics y modus
vivendi,
frívolo entre fútbol y entertainment,
que no bastándole, ¡cada week
end
largo su gente sale en estampida a “oxigenarse” adonde sea!
Con
las migraciones hormiga políticas de Estado en islamismos, budismos
y otros corridos por el hambre y los ISIS, potenciar el consumismo en
millones becados y subsidiados por el Estado, es imitar al avestruz
con el culo al aire, cuando por falta de lugar, humus, agua o mera
rapiña podrían ocuparnos por reacios a esfuerzos, ávidos de
jolgorio, y de una molicie más que insalubre.
En
ciudades, pueblos, caseríos o los centros turísticos de todo clima
y latitud abunda feracidad en espera de brazos. Sitios donde poco
cuesta una casita con media hectárea, frutales y opciones de
producir con poco gasto, ideales para parejas o jubilados, y lejos
del dislate porteño, pero millones prefieren el caos y las
“expensas” prohibitivas de la “Reina del Plata” ¡ajenos a
que ella y el auto son veneno para los que recién se inician o viven
ajustados!
La
Gran Urbe es el cubil y a la vez caldo de cultivo del argentus,
un redomado zafio o un timador vestido en Etiqueta Negra, sin cabida
en una ciudad donde vivir a lo grande y de latrocinios sería un
escándalo, pero invisible en una City alienada con sed insaciable de
subsidios, prebendas y jolgorio, y con una real tierra de nadie, que
más de uno todavía llama “cono” urbano.
En
tal melange
el altruismo degenera, y del gremialista ad
honorem
ni la foto restó. Sus capitostes pactan con el Diablo, extorsionan
al patrón y usan como carne de cañón al afiliado. La conquista a
nuestro west
rural para pacificar y potenciar al país, debería limitar sus
facultades y pretensiones a sus fondos y con un referéndum, ¡tras
oír a sus afiliados y no sólo a sus capangas!
¿Por
qué fórmulas extrañas teniendo las nuestras?, alardeaban para la
media
afín
y el show
que insomnes posponen lo esencial sine
die
y atosigan con una banalidad no extrema de codicia, contra lo que
urge a una City con calles tomadas por piqueteros, rateros y bon
vivants
que desde el Estado o con su cueva ostentan grosos ingresos del
tráfico de influencias o lo que sea. Son los artífices de nuestras
crisis siempre al acecho, ¡y al margen de las externas!
Tornarnos
un país creíble y enérgico exige revertir su demografía. La
ciudad, sede intelectual y científica del ser, fagocita a los
débiles. Lejos de lo natural y del rural sustentador, impone
bocanadas de oxígeno para ir tirando, con mil trabas y tiempo caído.
Aligerar la Gran Urbe, obraría cual otro New Deal que al menguar su
hegemonía y apaciguar el conurbano. Con el telégrafo y el tren en
pañales limando lejanías,
Alberdi pedía
llevarla al centro del país; la patria aduanera prefirió llenarla
de pobres y pústulas en villas o barrios tomados, un polvorín que
igual arrebata que desguaza trenes o futuro, y todo bajo el manto del
no criminalizar. Eso sólo amerita erigir una nueva y funcional
metrópoli, y bajar el tributo que el “payuca” le rinde de lejos
a la ya autónoma “madama”.
Erigirla
daría un sacudón creativo, valuaría zonas yermas ¡y daría
superávit! Sobran pagados para hacer nada, y energúmenos que
“convertidos” pasarían de consumir a contribuir y bajar los
subsidios y la brecha. Ideal sería licitarla apuntando a empresas
constructoras y financiaras a través de fideicomisos o acciones para
que millones puedan ahorrar, gustos o mejorar su retiro.
El
Estado no debe encarar lo que hace mal, tarde y caro entre quitas y
peajes, y en caso de fuerza mayor con la venia del Congreso, que
deberá validar la real necesidad, los réditos y puestos a fin de la
obra. Sin ahijados ni nepotes caería el paro, y lejos del poder
político, el enorme derroche de su infame “cocina”.
Restará
invalidar las prisas, electorales o superfluas, que cuestan fortunas,
y más grave todavía, crean burbujas de conchabo y bonanza, y ellos
hábitos de euforia y consumo que luego tornan más dura la posterior
pérdida de trabajo por la súper producción o sobre ejecución ya
agravadas por la automatización.
.-o0o-.
Julio
20, 2017 9:53 1500
En
línea con el blog www.granelector.blogspot.com/
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